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¿Está el ser humano “disciplinado” por el capital?

Vivimos en la era del capital. Son tiempos en los que los grandes avances tecnológicos y científicos se incorporan rápidamente a los flujos de dinero. La promulgación de leyes, la procuración de justicia, la política en general, están hoy más que nunca al servicio del capital, razón por la cual la soberanía de los Estados-nación, tal y como se entendía en siglos pasados, ha ido en franco declive. En la era de la “posmodernización” de la economía global, la creación de riqueza tiende cada vez más a lo que algunos filósofos, siguiendo los pasos del pensador francés Michel Foucault, llaman la producción biopolítica de la sociedad, un proceso en el que lo económico, lo social y lo político se superponen y funcionan como un solo proceso.[1]

Veíamos (…) que para Foucault el poder en nuestras sociedades ha tomado la forma de las “disciplinas”. Así, el poder de las sociedades disciplinarias estaría compuesto por una serie de técnicas que no sólo deciden sobre la distribución del espacio de los individuos, controlan sus actividades a detalle, dirigen el ciclo de sus vidas y combinan las fuerzas de los individuos resultantes; también, y de una manera esencial, vigilan celosamente a las personas y castigan a quienes se desvían. Puede afirmarse que, de forma general, las disciplinas son una serie de técnicas cuya función es garantizar el ordenamiento de las multitudes humanas, y si bien tal ordenamiento es una función esencial del poder en general, las disciplinas –según Foucault- se distinguen de otras formas de poder en por lo menos tres aspectos: 1) hacen que el ejercicio de poder sea lo menos costoso posible, tanto económicamente (porque acarrea pocos gastos) como políticamente (porque es discreto y casi no genera resistencia); 2) hacen que los efectos de ese poder social logren el máximo de intensidad y lleguen lo más lejos posible en el cuerpo social (está presente en talleres, fábricas, oficinas, hospitales, colegios, etc.); 3) ligan ese crecimiento de poder con el rendimiento de los aparatos en los cuales se ejerce. En resumidas cuentas, estos tres aspectos de las disciplinas como forma de poder van encaminados a aumentar a la vez la docilidad y la utilidad de todos los elementos del sistema.[2]


Para el filósofo francés dos coyunturas históricas están directamente involucradas en el desarrollo de las disciplinas: el gran impulso demográfico que empezó en el siglo XVIII, por un lado, y el crecimiento y desarrollo de los medios de producción, por el otro. Para Foucault estos dos procesos van de la mano:


“De hecho los dos procesos, acumulación de los hombres y acumulación del capital, no pueden separarse; no habría sido posible resolver el problema de la acumulación de los hombres sin el crecimiento de un aparato de producción capaz a la vez de mantenerlos y de utilizarlos; inversamente, las técnicas que hacen útil la multiplicidad acumulativa de los hombres aceleran el movimiento de acumulación de capital” [3]


En lo que respecta al desarrollo de los medios de producción, no solamente este proceso histórico ha incidido genéticamente en el desarrollo de las disciplinas, sino que de hecho cada uno ha servido de modelo al otro. Por ejemplo, el análisis técnico del proceso de producción, su descomposición “maquinal”, se han proyectado sobre la fuerza de trabajo que tenía como misión asegurarla. [4] En otras palabras, el conocimiento del manejo de los medios de producción se empezó a aplicar de pronto a la misma fuerza de trabajo de la que dependían (un ejemplo bastante hilarante de este fenómeno no tan hilarante es la película Modern Times, de Charles Chaplin). Oigamos a Foucault:


“Digamos que la disciplina es el procedimiento técnico unitario por el cual la fuerza del cuerpo es reducida con el menor gasto como fuerza “política” y maximizada como fuerza útil. El crecimiento de una economía capitalista ha exigido la modalidad específica del poder disciplinario, cuyas fórmulas generales, los procedimientos de sumisión de las fuerzas y de los cuerpos, la “anatomía política”, en una palabra, pueden ser puestos en acción a través de regímenes políticos, de aparatos o de instituciones muy diversas”


Me interesa recalcar sobre todo la primera proposición: la disciplina, con un gasto menor, reduce la fuerza del cuerpo como fuerza “política”, pero la maximiza como fuerza útil. Esto debería preocuparnos, pues en la misma medida en que las disciplinas controlan nuestros cuerpos para hacerlos más útiles, también los someten para volverlos más sumisos, más conformes, más obedientes. Foucault insiste una y otra vez en este importante hecho: el individuo disciplinado es un individuo útil, eficiente, sí, pero también sumiso. Las disciplinas tienen la casi total aquiescencia y la aceptación tácita de todos. Nadie se queja realmente. ¿Será esta la razón por la cual el ciudadano promedio hoy en día es políticamente abúlico? ¿Vendrá la resignación y el conformismo del ciudadano de la mano del premio y del castigo al que lo expone continuamente la sociedad disciplinaria que lo mantiene? ¿Estaremos todos en gran medida… disciplinados?


[1] Michael Hardt y Antonio Negri, Imperio, pág. 15.

[2] Michel Foucault, Vigilar y castigar, pág. 251.

[3] Ibid., pág. 254.

[4] Ibid.


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