CONVITE como alternativa. Apuntes para la problematización…
En el modelo de educación tradicional, desde los niveles primarios hasta los superiores, es evidente la primacía del espacio instituido al que el estudiante debe acogerse. Es el espacio sobre el que el estudiante despliega todas las acciones formativas que le son transferidas. En el modelo de escuela tradicional el estudiante no construye su propio espacio de vida, éste ya le viene dado. Poco o nada influye él en su configuración. En el modelo educativo tradicional la escuela no “va” donde el estudiante, es él quien “va” a ella. La escuela utopía o heterotopía (Foucault, M. “De los espacios otros). En este modelo educativo el estudiante no termina por configurar su territorio en la escuela, simplemente porque desde el inicio del proceso interioriza que él ahí sólo está de paso.
Sentimiento que se acrecienta cuando es “llenado” por imágenes que –muy probablemente- le den identidad a la escuela, pero sobre las cuales él no construye significado alguno. Son sólo los espacios diseñados e instituidos como “ideales” para que él reciba los contenidos de las diversas asignaturas. Así, el espacio de sistemas y tecnología estará provisto de aquellos artefactos propios de este campo. Con el de artes pasará lo mismo. Pero, además el aula tendrá colgado en sus paredes carteles alusivos al conocimiento que en el transcurso del proceso ira recibiendo del profesor de turno. En los últimos tiempos es prominente el esfuerzo de las instituciones educativas por proveerse de un amplio y hermoso campus que en más de las veces sólo está para el disfrute visual del estudiante, para la contemplación, con una orden implícita y sin posibilidad de discusión alguna: “favor no tocar”.
En el tránsito de espacio físico a espacio social y a la construcción de territorio no participa el individuo solo. En lo fundamental lo hace con otros. Sin embargo en la escuela tradicional esos “otros” son aquellos que la institución acoja como tal. Para el caso, los compañeros de clase, generalmente sólo estos. Los profesores, no todos por supuesto. Y, los directivos en menor proporción, tal vez el rector y alguien que oficie como coordinador de alguna función académico-administrativa. Posibilidades bastante limitadas en la construcción de espacios sociales diversos y complejos como la vida misma. Por eso la Escuela - Territorio no tendrá sede fija, ni única. Ella estará en el interior de aquellas comunidades, grupos sociales, instituciones, grupos de interés, equipos de trabajo en donde se sienta y viva un interés legítimo por la configuración de espacios compartidos para el desarrollo y bienestar colectivo.
Cabe mencionar, además, que la escolaridad y uno de sus problemas más agobiante: la deserción, tienen su origen en la atomización que ha hecho el modelo del proceso educativo. Esto es, la escuela por un lado, por otro la vida de familia, otro más para la vida social y seguro otro para la vida productiva. Desde siempre se creyó que la vida escolar debía estar aparte de todas las demás vivencias del individuo. Ha sido la fragmentación más absoluta de una totalidad tan natural como es la vida misma. Somos un mismo ser dividido en momentos, etapas, experiencias; cada una de las cuales opera como única y excluyente de las otras. Esto vale para aspectos tanto sociales como biológicos.
Entonces, hablamos de deserción cuando se está adentro y adentro significa necesariamente barreras, sean estas físicas, mentales o emocionales. Porque se puede desertar de un claustro, pero también de una ideología, como también de una relación sentimental. Por lo tanto, pareciendo trivial la respuesta, el asunto sería eliminar aquellas “barreras” que nos sujetan a algo y de lo cual estamos propensos a desertar. La única forma de eliminar la deserción, es eliminando aquello que la genera y esto no es otra cosa que el enclaustramiento al que sometemos al Otro. Si no hay enclaustramiento, no habrá deserción. La escuela debe operar bajo la esencia misma del ser natural, es decir de manera LIBRE.